Entrevista con Araceli Genovesio, de “Amor es mirarse al espejo y no romperlo”

La actriz del unipersonal que se enmarca en el biodrama y la autoficción repasa cómo fue el proceso de creación y reflexiona sobre la recepción de la obra. 

Por Micaela Fe Lucero

“Soy el cuerpo de una niña  que creció en los 90. Soy el cuerpo de una adolescente que los 2000 destrozaron. Asfixiada por los tiros bajos, acorralada por las mediciones y desterrada de la moda. Una mujer de carne abierta y machucada. Cada cicatriz que me conforma es el mapa del camino que me trajo hasta acá. Vuelvo sobre él. Ingreso al centro del huracán para  traducir mi piel en confesión. Soy el cuerpo de una actriz que habla de amor. Soy tu cuerpo”. 

Esa es la sinopsis de Amor es mirarse al espejo y no romperlo, obra que nació para la tesis de Araceli Genovesio y Camilo Araya y que está a punto de cumplir un año con una rica trayectoria. Como parte de ella, se presentará el viernes 11 y sábado 12 en El Cuenco. 

Además de tenerla a ella en escena y a Camilo en dirección, Amor es mirarse al espejo y no romperlo tiene a Ailén Boursiac en la codirección y a Agustín Sánchez Labrador como técnico. 

En charla telefónica, Araceli repasa el proceso de creación de la obra que, enmarcada en el biodrama y la autoficción, tiene mucho de su historia, al menos en el origen. Después, la magia de la creación conjunta y el teatro. 

“Justo antes de la pandemia, yo estaba en una residencia artística en Perú y estaba escribiendo un texto que se titulaba: ‘Amor a través de una bombacha’. Esa fue la base y de ahí viene el título de la obra. En la pandemia seguí escribiendo, con imágenes de mi infancia, algo de poesía, algo de ficcionalización. Quedó ahí. Pensaba ‘en algún momento haré algo con esto’. Pensaba en un unipersonal pero no me atrevía, quería que llegara cuando tuviera que llegar. Cuando empezamos con la tesis, les presenté el texto con la idea de ‘acá está este texto pero es para hacerlo mierda’”, repasa. 

En ello, destaca la inspiración en el teatro cordobés “irreverente” y deconstructor de textos: “Creo que es también un poco la herencia del teatro que tenemos. Acá, en Córdoba, hay algo muy de ‘bueno, tenemos este texto pero no lo vamos a hacer tal cual, dentro de este universo, ¿qué otras cosas podemos encontrar?’. Hay mucho del trabajo colectivo, de lo que sucede en escena, de ir enriqueciendo”. 

–Aunque el resultado final no es puramente tu historia, me imagino que compartir eso en el proceso de escritura y ensayos debe haber sido duro.

–Siempre fue colectivo con Camilo, Ailén y Agustín. Esa mirada conjunta no solamente desde lo dramatúrgico y corporal sino también desde el área técnica, por eso la puesta con las redes y als cosas colgando, porque siempre se nos venían como imágenes de ruina, de colgamos. En eso tuvo que ver mucho Agustín y que fuera parte del proceso. No es que vino un día y dijo ‘bueno, la iluminación es así’ y listo. 

En ese estar dentro, los ensayos sí, eran muy intensos, con mucho cansancio. Teníamos la hipótesis de que si yo estaba cansada, iba como a apagar la mente, algo recontravisto por un montón de teóricos, para confesar más fácil algunas cosas. Sí salieron muchas imágenes y cosas interesantes de algo cansancio. Pero creo que fue clave algo que hacíamos siempre, en forma un poco inconsciente, de charlar de cómo estábamos, al comienzo de cada ensayo. Si alguno estaba mal, por lo que sea, se contaba, había sinceridad sobre las emociones y lo que sentía el cuerpo. Más allá de eso, siempre fueron muy disfrutables. Hubo ensayos en que sí, llorábamos los cuatro, nos metíamos en cosas súper dolorosas, pero con disfrute. Hubo mucho de lo físico, mucho de ese acompañamiento, y de jugar y jugar. Jugar, divertirnos, encontrar dispositivos. 

Incluso hice un duelo cuando encontramos la estructura y dejamos de explorar cosas nuevos. Es muy loco, porque a pesar de meternos en tantas cosas dolorosas, terminaban siendo una fiesta los ensayos. De una vez que me gritaron “gorda de mierda” en la calle, a la fiesta. 

Sin romantizar ni victimizar

Araceli señala que no querían tampoco romantizar: “Nos cuestionábamos mucho qué hacer para no caer en eso. No quiero bajar el precio de la obra pero muchas veces me dicen ‘qué valiente sos al contar tu historia’ y, en realidad, la obra es una obra que son procedimientos actorales, eso es lo que se ve hoy. No es que yo cada vez que voy a hacerla recurro a alguna historia de mi vida, no hay memoria emotiva ni nada de eso”. 

“Para escribirla fueron ensayos, ensayos y decir ‘vamos a meternos con esto’. ‘Tenemos esta mierda, ¿cómo hacemos para que sea otra cosa? Porque la realidad de la vida ya está, pero en cuanto al teatro, ¿qué podemos hacer? Por eso también fue que vinculamos el biodrama con la autoficción. A mí, antes de ir por ahí, me faltaba la fantasía. Así que empezamos a ficcionalizar, ya sea porque corrimos un poco el eje del discurso o porque metimos una anécdota de los chicos y nadie sabe si es mío o de ellos. O través de personajes tan ficcionalizados como ‘el 2006’”. 

Genovesio se refiere a “los seres”, diferentes entidades que ella ocupa a lo largo de la obra. Sobre el mencionado, se explaya: “El 2006 es un bufón, es muy estereotipado. Se le permite que se burle de cosas imburlables. Llegamos a pensar en si estaba bien. Luego nos dimos cuenta que al ser autoficción podíamos hacer lo que queríamos, lo que nos interesara, hacerle caso a la escena. Es terrible lo que dice. Si lo dijera yo, Ara, en mi cuerpo, sería insoportable. Pero el humor es una herramienta que nos sirve para decir y escuchar cosas que de otra manera no podríamos tolerar”. 

El encuentro

En cuanto a la recepción, Araceli reflexiona cómo superó ampliamente lo que ellos hubieran imaginado: “Con el pasar de las funciones nos dimos cuenta que a mucha gente le pega por otro lado, no solamente por la situación de no estar dentro de un margen corporal sino por el hecho de estar en la marginalidad por la razón que sea”.

Se le han acercado, tras las funciones, personas que atravesaron enfermedades como cáncer, madres de hijos con discapacidad, personas que sufren discriminación por ser afrodescendientes, y más. 

“Yo agradezco mucho que los espectadores se abran así y nos cuenten pequeñas cosas. Con las funciones fuimos descubriendo esto que afectaba, que movilizaba, si se quiere, a más sectores. También fuimos descubriendo qué temáticas tocábamos. En la escena de ‘la concha y el clítoris’ (otro de esos seres), no teníamos claro que estábamos hablando del derecho al goce de los cuerpos gordos, de los cuerpos diferentes. Esas cosas las vas descubriendo sí o sí con el público, que te empieza a devolver cosas, a nutrir”, sigue. 

Eso les generó también otras búsquedas: “Tuvimos que empezar a responsabilizarnos un poco más de eso que estábamos haciendo. Saber un poco más: del activismo gordx, del derecho sexual, de a poco, no la tengo tan clara todavía. Pero fue decir: ‘Che, estamos tocando estos temas y es una responsabilidad, así que a seguir investigando”. 

Coordenadas de “Amor es mirarse al espejo y no romperlo”

Funciones el viernes 11 y sábado 12 de agosto a las 21. En El Cuenco (Mendoza 2063). Entradas en antesala.com.ar/evento/1343

Ficha técnica

Dramaturgia y actuación: Araceli Genovesio. Dirección: Camilo Araya y Ailén Boursiac. Diseño de iluminación: Agustín Sánchez Labrador. Diseño y realización escenográfica: Agustín Sánchez Labrador – Ailén Boursiac. Vestuario: Emilia Leonardi. Fotografía: Andrés Malakkian.

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