Entrevista con Agustín Bazán, director de “El gato, o cómo domesticar a un tigre”

Bazán, director de la obra que se presenta en El cuenco, habla sobre sus orígenes, su proceso y sus influencias. 

Por Micaela Fe Lucero

“Es domingo al mediodía en el departamento de Tomás. Sofía, su mejor amiga, lo llama porque quiere saber todo sobre la fiesta de la noche anterior. Los interrumpe el guardia del edificio: el gato de Tomás anda suelto por la terraza. Tomás comienza a buscarlo desesperadamente, necesita con urgencia recuperarlo. Suena el portero. Suena el teléfono. Otra llamada lo interrumpe, esta vez para empeorar el panorama y avisar de otra pérdida, una que parece ser irrecuperable. El gato, o cómo domesticar a un tigre nos hace espiar el departamento de un joven que transita el límite entre tenerlo todo y, en un instante, perderlo. El espectáculo deja en carne viva las bestialidades que habitan en las personas, bastan las condiciones necesarias para volverse un monstruo”. 

Esa es la sinopsis de El gato, obra que estrenó en junio en El Cuenco y continúa en funciones. La propuesta es de Cristóbal López Baena, Agustín Bazán y Arantxa Basaldúa, con el primero en escena. 

En diálogo con Criatura, Bazán cuenta que El gato empezó a gestarse a comienzos del año pasado. López Baena lo contactó con una idea para llevar a escena y le pidió a Bazán que lo dirija. No se conocían. “Le dije: ‘Es un riesgo’”, recuerda, con humor. 

La primera idea de López Baena era El farmer, novela de Andrés Rivera que narra el exilio de Rosas en Inglaterra. En Buenos Aires la llevaron a escena Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna. Sin embargo, aunque a Bazán le encantó como literatura, no sentía la chispa para un abordaje teatral de ese texto.

Así que empezaron a buscar unipersonales. Después de días de opciones y lectura, tampoco encontraron uno. 

“También me pasaba que lo que hago suele ser muy mío. Me cuesta mucho a mí respetar los textos, me cuesta mucho respetar ciertas ideas originales. Hay algo, me parece, en una idea primaria que aparece como disparador y que después muta, de lo lindo de eso que va apareciendo en el camino”, reflexiona. 

Los orígenes de “El gato”

“Entonces, Cristóbal me dijo: ‘Yo tengo un texto que escribí hace un tiempo, no tiene nada más que tres páginas’. Lo leí y le dije: ‘¿A ver, qué pasa si seguís un poco más?’. Empezamos a trabajar con ejercicios de dramaturgia de actor, empezó a producir texto y yo empecé a darle forma a ese texto. Ahí empezamos a escribir lo que después terminó siendo El gato. Después se sumó Arantxa, porque ella es teatróloga y dramaturgista y está especializada en eso, y ni Cristóbal o yo tenemos formación en dramaturgia, necesitábamos a alguien así”. 

Arantxa hizo otro aporte clave además de sus conocimientos dramatúrgicos: el gato que aparece en la obra es de ella. 

–¿Cuándo y cómo aparece esta idea de tener un gato de carne y hueso en escena?

–Bueno, la idea de el gato aparece antes de la incorporación de Arantxa. Nosotros nos inspiramos mucho en La voz humana de Jean Cocteau, y concretamente como materia, en el cortometraje de Pedro Almódovar con Tilda Swinton, The human voice. Primero, El gato era una historia de amor, y eso solo nos parecía un poco aburrido. Empezamos a hablar de transferencia psicoanalítica, de la relación tóxica que toma algo como rehén, de cómo transmitir el dolor o el amor. ¿Cómo puedo hacerle daño al otro sin hacerle daño? ¿Cómo puedo amarlo sin amarlo directamente? Esto se unió con procesos de vida personales, por lados distintos, que tenían que ver con resignificar el amor y los vínculos. Por ejemplo: cocinar es un actor de amor. No hace falta que diga “te amo”, si te espero con la comida calentita cuando llegás, bueno, eso ya es amor. Entonces, pensamos: ¿qué cosas no son amor concretamente pero sí lo son? ¿Qué cosas no son violencia o daño concretamente pero sí lo son? Empezamos a trabajar con esa simbología. Primero pensamos en una planta, pero no, no te pasa lo mismo con una planta. Era un gato, algo que él, Tomás, quiere controlar pero que no puede. No puede controlar el odio, no puede controlar al otro. Además, yo tengo un gato, me encantan los gatos. 

Y necesitábamos un conflicto concreto. No quería caer en reflexiones existencialistas y filosóficas sobre el amor. Me parece más honesto hablar de algo más concreto, además un conflicto que el personaje tenga para poder sostenerlo en escena. 

–Y el gato de “El gato” es de Arantxa. 

–Sí. A Arantxa no solo le gustan los animales sino que es una gran activista por el cuidado animal, y también trabaja en veterinaria. Y el suyo es un gato muy acostumbrado a viajar. Quién mejor que ella, porque el hecho de tener un gato en escena también representaba un montón de dilemas. 

Lo que no se ve pero impacta

La inspiración en The human voice también llevó al recurso de que toda la obra transcurra en una u otra llamada, con Tomás siempre al teléfono. 

Y esa llamada, esa otra voz que se intuye pero no se escucha tiene también que ver con el impactante final de El gato. 

Aclaración: a continuación, spoilers de la resolución de la obra

“Fue una decisión mía el final, desde el principio, como también estuvo desde el principio la idea de la llamada. No me interesaba narrar que otras personas te generen la situación de hacer lo que hace Tomás al final. Nadie te hace nada para que vos ejerzas ningún tipo de violencia. Yo quería que el personaje fuera profundamente violento y agresivo. Si aparecía alguien más, quizás el espectador podía llegar a pensar ‘bueno, pero vos viste lo que le hizo el otro…’”, explica Bazán. 

“Tiene que ver con algo mío que nació hace unos cuatro años atrás, más o menos, con mi tesis de un posgrado que hice en dirección de actor y puesta en escena, en la que dirigí una obra de Daniel Dalmaroni, de humor negro, sobre un asesino serial. En la obra mostraba asesinatos detrás de escena o narrados. Yo no entendía por qué, para mí, generaba conflicto que fueran en escena. Que la gente viera que había un asesinato. Ahí hice eso y gustó mucho. Después vino Llanto de perro, que termina igual: con una violación. El texto propone que sea sugerida. Para mí tiene que ser en escena. Hay algo de un teatro que me gusta y con el que me siento muy identificado cuando dirijo, que es un teatro que tiene una estructura muy concreta: todo empieza bien y todo termina muy mal. Eso me gusta y me gusta lo gore, me gusta una escena en la que venga todo pudriéndose y de pronto al público le salte el pus en la cara”, cierra. 

Coordenadas de “El gato”

En El Cuenco Teatro (Mendoza 2036, barrio Alta Córdoba) todos los jueves de agosto a las 21. Valor de la entrada: $2.300 anticipadas y $2.500 en puerta. Entradas en https://www.antesala.com.ar/evento/1094 o en boleterías del teatro.

Ficha técnica

Actuación de Cristóbal López Baena. Dirección de Agustín Bazán. Una historia de Arantxa Basaldúa, Cristóbal López Baena y Agustín Bazán. Diseño de puesta, lumínico y escenográfico de Trinidad Pignatta. Asistencia de dirección de Amparo Urrutia. Fotografía y diseño gráfico de Rodrigo Brunelli. Producción ejecutiva y comunicación de Agus Vargas Vieyra y Agustín Bazán. Producción comercial de Paula Isuregui

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