El reestreno de la obra dirigida por Guillermo Baldo e interpretada por la Comedia Cordobesa fue a sala llena en cada función. Quedan tres más en agosto para disfrutarla.
“Dios decide suicidarse al amanecer. En un baldío de madrugada el altísimo hablará por última vez. Un ángel lo acompaña, pero las únicas criaturas que le preocupan a Dios son los perros. ¿Qué será de los perros sin Dios? Será como despertar de un sueño, pero no habrá despertar”.
Esa es la sinopsis de La madrugada en que los perros conocen a Dios, obra escrita por Ricardo Ryser y dirigida por Guillermo Baldo que se estrenó en 2021 y tuvo su reestreno el primer jueves de julio pasado. Una oportunidad para verla nuevamente o por primera vez que no hay que perderse, en el Teatro Real. Advertencia: las funciones han sido todas a sala llena, así que a no demorar en sacar la entrada.
Sacar belleza de imaginar el (dolor de) no poder morir
Por Micaela Fe Lucero
Parece ser que Guillermo Baldo y Ricardo Ryser no pueden hacer más que aciertos de belleza subyugante. De la poesía de La madrugada en que los perros conocen a Dios a la (más reciente) dulzura salada de El niño sirena, con sus distancias, lo que imaginan se materializa hermosa y potentemente sobre el escenario.
La escenografía de La madrugada en que los perros conocen a Dios y el tic tac entre los dos intérpretes principales hacen que casi pueda ser vista sin escucharse. Casi da ganas de quedarse después un ratito más, observando detalles que pueden pasar desapercibidos en la Sala Azucena Carmona, que, además, aporta algo particular con su fondo que parece infinito en las sombras.
De cualquier forma, hay una buena oportunidad de observar esa escenografía y otros elementos como el vestuario a medida que el público ingresa a la sala.
Y, de cualquier forma, hay que agradecer a Dios poder escucharla. Una larga poesía, no por eso menos accesible, una historia tras otra (¿qué pasará cuando se acaben las historias, si es eso posible?) y una puerta a pensar en la muerte y la posibilidad de un fin sin nada después, así como en la vida y la posibilidad de sentir dolor, cansancio o dudas como un regalo incómodo pero sólo habilitado de éste lado del más allá.
Escucharla, antes del fin. Un fin que se va anunciando en campanadas, una tensión y nostalgia que van en aumento. El anuncio de un final que podría tener el efecto contrario pero que no hace más que aumentar los nervios por saber: ¿Dios, realmente se suicidará?
Una pieza apetecible tanto para un público más gourmet o para quien va al teatro sólo en vacaciones.
Una poética refinada sin repeticiones metafóricas obsesivas
Por Baal Delupi
En una ciudad que tiene una larga tradición de teatro diverso que incluye costumbrismo, realismo, prácticas experimentales, entre otros, esta pieza artística logra algo muy difícil: conjugar un lenguaje del(d)icado con recursos humorísticos que se dirigen a un público amplio y heterogéneo. Esto es posible a partir de elementos que se ubican en el texto y también en la dirección: una poética refinada sin repeticiones metafóricas obsesivas, y gags de humor que acompañan la profundidad de las reflexiones filosóficas.
Claro que no todo el análisis puede recaer sobre el texto y la dirección. Kirka Marull y Flavia Caminos, encargados de la escenografía y utilería, supieron leer muy bien el lenguaje complejo que propone el texto. Los objetos configuran una puesta en escena significativa: un terreno baldío en el que se aloja Dios, con sutiles objetos (de obras viejas que se montaron en el Teatro Real) al estilo mundo distópico que muestra una sala Azucena Carmona en deterioro, remontándonos a la verdadera degradación que sufrió el teatro original en 1970.
Los personajes encarnados por Diana Lerma y Lautaro Metral (Dios y ángel) hacen verosímil esas figuras bíblicas en un baldío común y corriente, mostrando con destreza lo que puede un cuerpo en escena. También hay que subrayar la importancia de un tercer personaje que aparece al final de la obra interpretado por Patricia Rojo, la mujer que a simple vista representa a una prostituta, aunque su figura cuasi mítica nos transporta a las profundidades de la vida y la muerte. ¿Es María Magdalena? Ella se expresa en el apocalipsis, en el fin de los tiempos, pero no realizando tareas de aprobación y cuidado, sino mostrando la crudeza del ser mujer en un mundo desigual. Al fin y al cabo, Dios es mujer.
Coordenadas de “La madrugada en que los perros conocen a Dios”
Tres primeros jueves de agosto (1, 8 y 15) en el Teatro Real (San Jerónimo 66), Sala Azucena Carmona a las 20.30. Edad Recomendada: mayores de 13 años. Duración: 50 minutos. Entradas: $2000, disponibles en autoentrada.com y en boletería del teatro.
Ficha técnica
En escena: Diana Lerma, Lautaro Metral, Patricia Rojo.
Dirección: Guillermo Baldo.
Dramaturgia: Ricardo Ryser.
Asistente de dirección y repositor: Lautaro Metral.
Asistencia de reposición: Florencia Rubio.
Diseño sonoro: Horacio Fierro, Lautaro Metral
Diseño escenográfico: Kirka Marull.
Realización y utilería: Kirka Marull y Flavia Caminos.
Diseño de Iluminación: Estefanía De Gennaro.
Vestuario: Inés Bustos, María Emilia Leonardi.
Sección Maquillaje y peinados: Nancy Bazán, Liliana Cuaglia.